SAN ELÍAS,

PROFETA Y PADRE ESPIRITUAL DEL CARMELO

          Así se titula un grueso volumen que publiqué en 1986, ilustrado con 133 preciosas láminas, que una vozSan Elías autorizada calificó como “Enciclopedia eliana”.
          Ya antes había publicado varios trabajos sobre este tema.

Retrato bíblico
          Es imposible intentar encerrar en cuatro páginas la personalidad y obra de este gran profeta.
          Leyendo las pocas páginas que nos hablan de él: 1 Reyes, Cáp. 17-19,21, y 2 Re 1-2, podemos intentar descubrir sus rasgos principales. He aquí algunos:
          *El hombre antes Dios: aparece con frecuencia la expresión “el Señor a quien sirvo” o “ante el que estoy”; Elías no comparte con nadie su culto y quiere que el pueblo haga lo mismo.
          *Llevado por el Espíritu: ved la respuesta tan sabrosa de Abdías en 1 Reyes 18,12. De ahí es de donde procede la fuerza del alma de Elías y de su libertad interior.
          *Su fe sin divisiones: cuando el sacrificio del Carmelo (1 Re 18), intenta forzar al pueblo a elegir entre el Dios vivo, personal, que interviene en la historia y las fuerzas naturales divinizadas, los baales. Como nosotros, Elías cree sin ver; porque Dios se lo pide, anuncia la llegada de la lluvia, pero sin verla venir (1 Re 18,41 s).
          *Su intimidad con Dios: su visión de Dios (1 Re 19), como la de Moisés (Ex 33, 18 s), es el modelo de la vida mística: es todo lo más que se le concede ver al hombre. Pero Elías sigue siendo un hombre como nosotros, desalentado, miedoso (19, 1s). El versículo 19, 12 debe traducirse: “Se oyó el ruido de un silencio”: Dios no está en las fuerzas de la naturaleza divinizadas, sino que es el Dios oculto. En su oración –lo mismo que Moisés- Elías no cae en efusiones místicas, sino que habla a Dios en su misión.
          *Defensor de los pobres: ante el rey y los poderosos, defiende la p obre (1 Re 21).
          *Su universalismo: como cree en dios sin divisiones y se deja conducir por el Espíritu, es libre para tratar con los paganos (1 Re 17); pero también a la mujer pagana le pide una fe incondicional (17,13).
          *Las florecillas de Elías (2 Re 1): este relato popular, lo mismo que presentarán luego a Eliseo, contribuirá, por desgracia, a hacer de Elías un personaje justiciero que pide el fuego del cielo contra los pecadores.
          *La ascensión de Elías (2 Re 2): como no se conocía su tumba, se llegó a pensar seguramente que había sido llevado junto a Dios. Lucas se inspirará en este texto para su relato de la ascensión de Jesús (Hech. 1, 6-11); Eliseo, que ve a Elías en su ascensión, recibirá su espíritu para continuar su misión, lo mismo que los discípulos recibirán el Espíritu de Jesús por haberlo visto elevarse.

Retrato hecho por los hombres
          Nos limitamos al que nos pintan dos célebres carmelitas:
          1º El ilustre historiador Juan Bta. Lezana (+1659) escribió este magnífico epitafio: “Elogio para fijar la puerta del paraíso terrenal”:
          “Aquí vive, oh mortal, aquel celeste celador de la honra divina. Elías es de doble espíritu, perfecto en la pureza, rico en virtudes, pobrísimo en bienes terrenos, gran amigo de Dios, enemigo del diablo, amable con los buenos, terrible para los impíos, nacido antes de Cristo, conversó con Cristo, reservado después de Cristo contra el Anticristo; Patriarca eximio. Profeta celebérrimo. Sacerdote grande, Monje, Padre de los monjes, siempre casto, Fénix singular.
De Cristo futuro apóstol. Mártir, precursor, capitán, valiente defensor, heraldo de la verdad, ardientemente religioso, maduro sin quebranto, anciano sin vejez, mortal sin morir, nutrido sin alimento, de una longevidad sin achaques y -¡cosa admirable!- de una vida santísima que no se ha de extinguir hasta la consumación de los siglos.
          Quien flageló a los tiranos, dio muerte a los sacrílegos, cerró con su palabra las nubes y tornólas a abrir, ungió reyes e instituyó profetas defensores; por los ángeles fue anunciado su nacimiento, alimentado en Carit, saludado en Horeb, donde en medio de fragorosa tempestad y conmoción de los montes, cubriéndose con su palio el rostro, vio en cuanto era capaz a Dios, el cual se le manifestó en el suave céfiro…”
          2º El venerable mariólogo Arnoldo Bostio (+1499) lo llamó:
          “Varón evangélico antes del Evangelio, apostólico antes del tiempo de los Apóstoles, despreciador del mundo y de todas las cosas perecederas, apasionado seguidor de lo eterno, primer virgen, monje y eremita, resplandor de costumbres, reglad e virtudes, heraldo de la Virgen sagrada. Que con la institución de la virginal castidad antecedió por mucho tiempo al Cordero sin mancha a donde quiera que hubiera de ir…”.

Elías y el Carmelo
          Un grupo de cruzados llegados a Palestina a mediados del siglo XII, viendo la maravillosa topografía del Monte Carmelo, tan apto para la contemplación, decidieron quedarse allí se entregaron sin reservas a imitar la vida del profeta de fuego, tal como la describían los libros de los Reyes, a base de la tradición monástica. El lugar les ayudaba a “fabricar la miel dulcísima de la contemplación”.
          Supuesto el vínculo entre Elías y el Carmelo, entre Elías y la vida religiosa, fijado por los Padres Griegos y Latinos, no es de extrañar que aquellos a quienes ya Santiago de Vitry había designado como “imitadores del santo varón y solitario Elías profeta”, en el Monte Carmelo, cerca de la fuente apellidada de Elías, en la Rubrica Prima de las Constituciones afirman su descendencia de los Padres tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento , quienes desde el tiempo de Elías y de Eliseo habían habitado en el Monte Carmelo “para la contemplación de las cosas celestiales”.
          A pesar de ello, los carmelitas nunca se llamaron elianos, pues tomarán el nombre, como tantas otras Órdenes, no del fundador, sino del lugar donde nacen.
          Elías será para aquellos cruzados que se reúnen en el Monte Carmelo la regla viva, que se propondrán imitar. Para ellos este será el Padre que les infundirá su espíritu: Carmelitarum Dux et Pater.
          Para estos primeros carmelitas la cosa fue fácil: deseaban imitar a aquel hombre extraordinario, tal como lo presentaba la Sagrada Escritura y porque los Padres lo habían visto como el prototipo del monacato.
          Así de sencillo es el origen del Patriarcado eliano sobre el Carmelo.
          Hoy, la así llamada “cuestión eliana” sobre la sucesión hereditaria o entronque de los carmelitas de hoy con el profeta Elías, que vive 900 años antes de Cristo, es una cuestión zanjada y, por lo tanto, así admitida: Elías es el Padre Espiritual o el inspirador del Carmelo. Así lo ha escrito el P. R. García Villoslada, S. J.:
          “Pero debemos añadir que no sin fundamento llaman su padre a Elías, porque los fundadores y después todos los carmelitas miraron siempre a aquel profeta como a modelo y ejemplar, e inspirados en él, modelaron sus reglas y constituciones. Moralmente, pues, ha influido el profeta Elías en la Orden Carmelitana casi tanto como San Agustín en los diversos institutos que llevan su nombre, y se glorían de tenerle por Padre”.

Elías, padre espiritual del Carmelo
          “Elías, aunque no sea él quien les haya dado una Regla escrita, con todo ha sido el ejemplo y el modelo de la santa vida de los carmelitas”. Así escribió el célebre humanista benedictino, el Abad Juan Tritemio (+1516).
          A esta afirmación de un extraño a la Orden baste añadir un hecho: entre las estatuas de los fundadores de las Órdenes Religiosas que aparecen en la Basílica de San Pedro en Roma, está también la magnífica e impresionante del profeta Elías, con la siguiente inscripción, escrita por el mismo papa Benedicto XIII el 26.6.1725: “Universus Ordo Carmelitarum Fundatori suo Santo Eliae Prophetae erexit 1725” (La Orden entera de los Carmelitas, a su Santo Fundador, Elías, profeta, la erigió el año 1725).
          El entonces Procurador General de la Orden,  Eliseo Monsignani, lleno de alegría, cursó a los Provinciales esta comunicación: “Ha llegado el tiempo en que, aun cuando los carmelitas callen, las piedras y los mármoles hablarán y dirán que el profeta Elías es el Padre y Fundador de los carmelitas”.
          ¿De dónde arranca esta paternidad eliana? El historiador de la primera mitad del siglo XIII, Jaime de Vitry, dice: “A ejemplo e imitación del santo y solitario varón Elías profeta, muchos anacoretas se retiraron en el Monte Carmelo”.
          En virtud de esta tradición y de esta historia del patriarcado eliano, los carmelitas deben procurar ajustar su vida a la de él. Fue este el testamento que según la tradición, dejó San Brocardo, Superior General del Carmelo, a los moradores de aquella santa montaña antes de expirar: “Ajustad vuestra vida a la vida ejemplar de la bienaventurada Virgen María y de nuestro fundador, el santo profeta Elías”.
          Él ha de ser para nosotros el espejo en el que a diario debemos mirarnos, como lo hacía San Antonio. Es lo que afirma el Beato Juan Soreth (+1471) en su Exposición de la Regla: “Nosotros somos los hijos de los profetas, no según la carne, sino por la imitación de sus obras. El Redentor decía a los judíos que se gloriaban de proceder a Abraham: “Haced las obras de Abraham”. Así hoy se debe decir a los carmelitas: “Haced las obras de Elías”.
          Así nos presenta a Elías el libro más importante de la espiritualidad carmelitana después de la Regla, la Institución, como ejemplo a imitar. He aquí un hecho básico e indiscutible: la conciencia moral eliana del Carmelo, su procedencia eliana en cuanto a la concepción contemplativa y apostólica de la vida religiosa.
          Esto afirmaba el célebre Tomás Waldense, cuando deseaba que fuera para los carmelitas N. P. S. Elías “una fuente de vida espiritual, un ideal que incita a la imitación y estimula al celo por el Dios de los ejércitos, de modo que, la vida espiritual del Carmelo halle en él, Elías, su especificación y su inspiración”.

Su espiritualidad y su mensaje
          En cuanto precede ya va implícita y explícita su espiritualidad y su mensaje para el hombre de hoy, que no puede ser más actualísimo.
          Todo él se resume en su doble espíritu, que siempre enarboló el Carmelo como fundamento de su espiritualidad. Este era su lema en doble vertiente:
          *Vida contemplativa, intimidad divina: “Vive el Señor, en cuya presencia yo vivo, yo estoy” (1 Re, 17,1).
          *Vida apostólica, celo por la gloria de Dios y la justicia: “Me abraso de celo por el Señor, Dios de los ejércitos” (1 Re 19,10).
          Elías profeta es el cantor incansable del Dios vivo. Si a este doble espíritu se le añade el amor tierno y filial a María –a la que según la tradición él viera prefigurada en la célebre nubecilla (1 Re 19, 44)-ya está completo el carisma del Carmelo.
          Nos recordaba el papa Juan Pablo II el 24.9.1983:
          “Vuestro carisma hunde sus raíces en el Antiguo Testamento y se centra en torno a la grandiosa figura del profeta Elías, el profeta del Nuevo Testamento. Él fue un hombre de Dios, maestro testigo de oración. Como hijo del pueblo, es un ejemplo a seguir por vosotros de cómo tenéis que preocuparos de las necesidades del prójimo. Ello quiere decir que vosotros debéis ser hombres de Dios, testigos de la trascendencia divina, apóstoles de la divina economía”.
          Resumiendo:
          *que prediquemos y vivamos al Dios único y verdadero
          *que demos muerte a los muchos ídolos que nos rodean
          *que vivamos siempre en la presencia del Señor
          *que contemplemos a María y tratemos de imitarla

Su oración
          Dios todopoderoso y eterno, que concediste a tu profeta Elías, nuestro Padre, vivir en tu presencia y arder por el celo de tu gloria, concédenos buscar siempre tu rostro y ser en el mundo testigos de tu amor. Amén.