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SAN PEDRO TOMÁS, OBISPO
Su vida
Nació por el 1305 en Salimaso, diócesis de Sarlat, en Francia, de padres muy pobres. De muy niño abrazó la vida del Carmelo. Aunque dotado de pocas cualidades físicas, alcanzó sin embargo, con su tesón y esfuerzo y ayudado de la divina gracia, tan gran sabiduría y santidad que, ingresado en el Carmelo, es casi increíble lo que trabajó por la gloria de Dios y el bien de las almas al servicio de la Orden, de la que fue Procurador General, y al servicio de toda la Iglesia, tanto latina como oriental.
Mientras era Procurador General de la Orden, hacia 1351, señalan algunos autores que recibió de la Virgen María la promesa de la perpetuidad de la Orden. Eran malos aquellos años pro la peste negra, que azotaba a toda Europa. Fue cofundador de la Facultad de Teología en la Universidad de Bolonia.
Los papas y reyes el encomendaron empresas nada fáciles, que desempeñó con esmerado acierto. Fue nombrado obispo de Patti y Corón, Legado Pontificio y Patriarca de Constantinopla, donde trabajó con gran celo por la defensa de los derechos de la Iglesia. También se distinguió como predicador y confesor admirable, que conmovía los corazones más empedernidos. Cualidad suya fue la de pacificador de príncipes y reyes y la de ecumenista que le hizo conseguir de muchos la vuelta al seno de la Iglesia.
Aun siendo obispo y patriarca, siempre que podía vivía en los conventos de la Orden y era estricto en la observancia, levantándose incluso a media noche para el rezo de los maitines y quedándose en oración muchas veces hasta la mañana siguiente.
Al final de su vida pudo decir: “Por la gracia de Dios, desde mi profesión en la Orden, por ninguna causa he dejado de rezar ningún día el oficio completo”. Siendo legado pontificio en Tierra Santa, los sarracenos decretaron su martirio: “Mi dicha, dijo, sería derramar mi sangre en el mismo lugar donde la dio mi Redentor por los hombres”. Reducido a piel y huesos, el 6.1.1365, lleno de méritos y llorado por todos, expiró en el convento carmelitano de Famagusta. Su culto fue confirmado por el papa Pablo V en 1609. Su fiesta se celebra el 8 de enero.
Su espiritualidad
San Pedro Tomás amó tanto a la Virgen María, que no parecía sino que llevaba su nombre escrito en el corazón. Con razón se puede decir que ese amor singular y su extraordinaria devoción a María, fue el alma de toda su vida, el norte de todas sus acciones, la palanca con la que removía y superaba cuantos obstáculos encontraba a su paso.
A pesar de su vida activísima, pudo escribir, según la tradición, un tratado en defensa de la Inmaculada Concepción y varios tomos de sermones. El secreto de esta gran actividad lo encontramos en su intensa y fervorosa vida de oración y penitencia. Él mismo confesará que su conocimiento de los libros santos lo debía más que al estudio, a las luces que Dios le comunicaba en la devota celebración de la Santa Misa y del Oficio Divino.
No obstante su grande espiritual extraordinaria, era tan humilde que suplicó que su cuero fuera enterrado en el umbral del coro para que todos le pisaran al pasar. Como auténtico carmelita, nunca dejó de vestir su pobre túnica y escapulario, ni siquiera al dormir ni siendo obispo. Sabía muy bien, sin embargo, que lo que identifica al carmelita según la regla, es el “meditar día y noche la ley del Señor”, ocupando sin interrupción la mente y el corazón en Dios, de modo que toda la acción brote de la contemplación y se entregue a los demás lo contemplado en la vigilante oración.
Su mensaje
*Que el amor que tuvo a Jesús nos estimule a amarle.
*Que copiemos su imitación y amor filial a María.
*Que su amor a la Iglesia lo despierte en nosotros.
*Que llegue el día de la total unión de las Iglesias.
Su oración
Señor, Dios nuestro, que infundiste en tu obispo San Pedro Tomás la fuerza de tu Espíritu para promover la paz y la unidad de los cristianos, concédenos que por su intercesión, guardemos íntegro el don de la fe y busquemos el vínculo de la paz verdadera. Amén. |
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